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miércoles, 18 de abril de 2018

El “éxito” del TURISMO en MÉXICO se da, porque se mide con parámetros equivocados.



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“México es la sexta potencia mundial en turismo” de acuerdo el número de turistas que recibe. Así lo afirmó el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en el marco del Tianguis Turístico 2018, evento que se realizó en Mazatlán, Sinaloa (1).


Los números de visitantes, lo que gastan y el aumento de la participación del turismo en el PIB (Producto Interno Bruto) son factores productivistas e inútiles.


Lo que no se admite es la destrucción del tejido social y cultural y el daño ambiental que el turismo implica. 


Los proyectos de desarrollo turístico tienen que explicar cómo exactamente crearán “valor público”. Deben acoplarse a la situación actual existente de las diversas poblaciones receptoras y debe tener como último fin la mejora de su bienestar.



Un verdadero desarrollo de bienestar incluye determinar la mejora en cuidado de la salud, en calidad de educación, en cohesión social y en cuidado ambiental, equidad, justicia, libertad, potenciación de la mujer y otros índices de desarrollo humano.




México, según la información proporcionada por el Presidente de México, en los últimos años pasó del decimoquinto lugar al sexto sitio entre los países que más turistas internacionales reciben, generando 10 millones de empleos directos e indirectos. La inversión extranjera alcanza más de 175 mil millones de dólares al considerar los diferentes destinos nacionales.

INGRESOS POR TURISMO (captación de divisas y gasto de turismo) o la INVERSIÓN EXTRANJERA, que ambos se reflejan en la PARTICIPACIÓN DEL TURISMO EN EL PIB (Producto Interno Bruto) - como actualmente se mide el turismo de la nación -  son factores productivistas.

La medición a través de estos factores es inútil para determinar, si se logra un mayor bienestar de la población local.
La mayoría del turismo en México es una de las actividades humanas más destructivas de la naturaleza y del tejido social. No tiene nada de industria limpia, “sin chimeneas”. El turismo es equiparable en su nocividad a cualquier industria contaminante. La promoción del turismo debería ser denunciada como un atentado a la nación.

El turismo NO es ético porque segmentos dominantes se benefician a costa de otros. Se hace negocio con el patrimonio social sin responsabilidad. Se lucra con el bien comunitario de la naturaleza: montañas, playas, manglares, bosques.

Un verdadero desarrollo del bienestar debería incluir una mejora en salud, educación, cohesión social, cuidado ambiental, equidad, justicia, libertad humana y la potenciación de la mujer y otros índices de desarrollo humano.

Viéndolo con más detalle, los beneficios económicos  del turismo para la población local en realidad no se dan. Lo que tampoco se admite es la destrucción del tejido social y cultural que implica (2).

Ejemplo sobresaliente: El caso de Bahía de Banderas, NAYARIT (3).
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NOTAS:


(1) MÉXICO, SEXTA POTENCIA TURÍSTICA:
https://www.forbes.com.mx/forbes-life/mexico-es-la-sexta- 
potencia-mundial-en-turismo/


(2) TURISMO COMO (SUPUESTO) IMPULSOR DE COHESIÓN SOCIAL: 
Enrique de la Madrid Cordero: " El turismo debe ser considerado no sólo como 
un motor de desarrollo económico, sino también como un medio eficaz de
integración nacional, cohesión social y catalizador de paz”:

(3) Chronicle of a Dispossession Foretold /Tourist
Development on Mexico’s Pacific Coast. 
María Veronica Ibarra García, Circe Badillo Salas.
http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0094582X15589112

The production of a tourist space on the Bahía de Banderas, NAYARIT, on Mexico’s Pacific coast, has required converting the land, the river, and the bay into private property, dispossessing the citizenry of its access to them and interfering with the right of free transit. The production of this unequal and exclusive space demonstrates the absence of democracy in spatial production and the defenselessness of the citizenry in the face of the neoliberal project.

La producción del espacio turístico de Bahía de Banderas, en la costa del Pacífico mexicano, requiere convertir en propiedad privada el suelo, el río y las playas, lo cual implicó despojar a la ciudadanía de su acceso al río, al mar y al derecho del libre tránsito. Tal producción de un espacio desigual y de exclusión social evidencia el alto déficit de democracia en la producción espacial, así como la indefensión de la ciudadanía que conlleva el neoliberalismo. 

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