A pesar del artículo 60 TER a la Ley General de Vida Silvestre que protege a los manglares, existe gran impunidad ambiental. CEMDA: “En México somos campeones para legislar, pero el problema real del país es la no aplicación efectiva de las leyes".
PRIMERA PARTE:
PRIMERA PARTE:
Ahora, esas palabras resuenan más allá de Mazatlán. Su eco se escucha también en Quintana Roo, Yucatán, Colima, Veracruz, Nayarit y otros estados que poseen manglar, un peculiar ecosistema que crece en buena parte de las costas del país, así como en las lagunas y ríos cercanos al mar.
México no debería estar perdiendo áreas de manglar. Desde hace dos años existe una ley que las protege y que, incluso, ha sido utilizada por el gobierno federal y por el Partido Verde Ecologista de México como una bandera que se ondea con fervor cuando se quiere demostrar que se protege a los ecosistemas.
Con todo y esa protección legal, los manglares pierden terreno. La paradoja es que, en muchos casos, quienes impulsan su destrucción son los encargados de velar por su cuidado.
En varias regiones del país se realizan, o están en puerta, proyectos que afectan al mangle y muchos de ellos tienen el aval del gobierno federal o de los estatales y municipales. Además, hay iniciativas de ley que buscan debilitar la legislación que protege a estos ecosistemas, cuya importancia no es menor.
Los manglares no sólo son hábitat de diversas especies animales y vegetales, también funcionan como barrera que protege la costa contra huracanes y tormentas. Además, en ellos se reproducen cerca de 70% de las especies pesqueras de importancia comercial.
Prioridades, según el momento .
El 1 de febrero de 2007, el presidente Felipe Calderón emitió un decreto para añadir un nuevo artículo (el 60 TER) a la Ley General de Vida Silvestre. Esta nueva norma dice: “queda prohibida la remoción, relleno, trasplante, poda o cualquier obra o actividad que afecte el flujo hidrológico del manglar”. Así que cualquier obra que se desee realizar debe respetar este ecosistema.
El objetivo fue detener la acelerada destrucción a la que era sometido este ecosistema por el desarrollo urbano, la infraestructura turística, la expansión de la agricultura y la ganadería.
Pese a la existencia de la ley, gobiernos estatales, municipales, desarrolladores privados, así como el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) impulsan proyectos en zonas de manglar.
Uno de ellos es la hidroeléctrica Las Cruces, en el río Baluarte, en Marismas Nacionales. Otro es el Centro Integralmente Planeado de la Costa del Pacífico (CIP) que, según los planes de FONATUR, se ubicará en Escuinapa, Sinaloa, cerca de la Laguna de Huizache-Caimanero.
Ecosistema despreciado. Desde que se publicó el decreto, gobernadores, presidentes municipales, inversionistas privados, legisladores e, incluso funcionarios federales, levantaron su voz en contra de la ley. El argumento más utilizado ha sido que “detiene el desarrollo económico del país”.
Científicos demuestran lo contrario. Los mexicanos Ezequiel Excurra (Universidad de California) y Octavio Aburto (Instituto de Oceanografía Scripps de California) presentaron un estudio sobre el golfo de California, en donde una hectárea de manglar genera anualmente 37 mil 500 dólares para las economías locales, sólo por la explotación de los recursos pesqueros.
Y es que los manglares son considerados como “los cuneros del océano”, porque entre sus raíces nacen y crecen especies de importancia comercial como róbalos, jaibas, camarón, chanos, lisas, bagres y mojarras. Algunas de ellas, en su etapa juvenil, salen al océano.
Jorge López Portillo, especialista en manglares del Instituto de Ecología de Xalapa, explica que hay entre 30 y 40 especies de peces y ostiones que dependen de estas zonas.
A nivel mundial los manglares son cada vez más apreciados, sobre todo tras el tsunami en Indonesia (2004) y del huracán Katrina (2005). Estudios posteriores a los desastres muestran que las zonas más afectadas fueron aquellas en donde ya no había mangle.
Incluso, se calcula que una hectárea de manglar ofrece protección de costas contra tormentas, ciclones, huracanes y tsunamis que equivale a 3 mil dólares.
El costo de terminar con el manglar y después recibir un golpe de un huracán se ha calculado en hasta 33 mil dólares por hectárea.
Al permitir que exista un desarrollo urbano o turístico en una zona de manglar, dice el investigador Jorge López-Portillo, estamos arriesgando la vida de las personas, su patrimonio y el patrimonio nacional, “porque cuando existe una contingencia por un desastre, quienes pagan los daños no son los que destruyeron el manglar”.
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NOTAS:
(1) El Universal / APP; INFORMADOR:
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