Cientos de miles o tal vez millones de personas podrían
morir entre 2020 y 2021 debido a las consideraciones económicas de los
gobiernos y las empresas transnacionales, con respecto a las medidas sanitarias
que se han aplicado frente al SARScov2.
Emerge la biopolítica de la que hablaba
Michel Foucault: unos pocos políticos, grandes empresarios y médicos muy afines
a ellos, van a decidir cuántas personas habrán de morir: un número aceptable de
muertos, como los millones de personas que mueren cada año en accidentes de
carretera, o de influenza o de cáncer,
para que la opinión pública no se escandalice y pueda seguir creciendo la
economía y el Producto Interno Bruto y con ello, se sostengan razonablemente
aceptables las utilidades de los bancos
y los grandes inversionistas.
Ni los políticos ni los administradores de las grandes
empresas están solos: una parte de la población rechaza las medidas sanitarias,
por razones culturales: escolarización economicista e ignorancia de las realidades
científicas. También lo hacen presidentes, como Trump y Bolsonaro, grandes
empresarios, como los de la región de Bérgamo en Italia o Elon Musk de Tesla, o
el “desapendejado” Salinas Pliego.
En las pandemias, las mentalidades muy colonizadas por la
religión de la economía- el Homo economicus empresarial-, ponen en grave riesgo
las vidas de millones de personas, así como habitualmente la ponen en riesgo,
por los productos malignos que producen y por la forma muy contaminante en que
los producen. Quienes controlan las maquiladoras de Baja California, el grupo
Elektra, TV Azteca, Coppel y muchas otras empresas han evadido por mucho tiempo
las medidas sanitarias que sirven para evitar la muerte de muchas personas.
Podría ligarse la muerte de muchos trabajadores a la
negligencia criminal de muchos políticos y administradores de empresa que,
además, son enemigos históricos del equilibrio del clima y la ecología y del
medio ambiente. Durante la cuarentena, las grandes empresas han despedido a
muchos millones de trabajadores en muchos países sin liquidación alguna (38.5
millones en EU), con la complicidad de políticos y funcionarios públicos.
Ahora, por la presión
de la industria automotriz de EU, unida a la presión diplomática de
su gobierno, la industria automotriz mexicana, ligada a las cadenas productivas
de ese país, echa a andar la producción en los espacios muy confinados de las
maquiladoras mexicanas, exponiendo a la muerte a millones de trabajadores, tal
como lo han hecho en EU durante la cuarentena los empresarios agrícolas y
empacadores de carnes, con sus trabajadores principalmente mexicanos, por otra
parte, considerados esenciales para el funcionamiento de su glotona sociedad.
Aumentan las presiones de los empresarios y políticos fanáticos
de la economía, a pesar de que diversos científicos importantes advierten del
peligro de provocar muchísimas muertes, con un rápido abandono del
confinamiento- ¿Dónde están las reservas de las grandes empresas y los
gobiernos, para enfrentar estos acontecimientos globales que serán cada vez más
frecuentes debido al daño que hace el crecimiento económico a la vida silvestre
y el clima? Parece inevitable la aparición del Covid 23, el Covid 25 y otros tipos de virus. Desde
hace años están ya muy pronosticados por los meteorólogos, los incendios
forestales, las sequías, las olas de calor, las tormentas inéditas y otros
eventos climáticos nunca vistos.
Diversos autores han mencionado que esta pandemia había sido
advertida por varios grupos de científicos y también, por aquellos que hemos
denunciado la existencia del colapso contenido del clima y el equilibrio ecológico.
Tal parece que las únicas reservas monetarias están en los paraísos fiscales,
en las cuentas de millonarios mexicanos en otros países o en pequeña parte en el
Banco de México.
Se han garantizado las altas utilidades de las empresas en
las últimas décadas a costa de la creación de grandes riesgos sanitarios, los tóxicos
super ricos y súper pobres o miserables y sobre todo, del medio ambiente y el
clima de la Tierra. Estas utilidades están dejando en ruinas la riqueza
biológica y cultural del mundo, muy especialmente la de México.
Por muchos años, la industria petrolera y la química de México han
podido envenenar impunemente los acuíferos, los suelos, los ríos, los lagos,
los mares, las atmósferas y nuestros alimentos. La industria nuclear ha
podido saturar el mundo de isótopos radioactivos impunemente.
Las empresas de
la aviación, el turismo, los servicios de transporte, la salud y el
entretenimiento han podido dejar en la ruina ecológica y cultural a muchos sitios
y territorios.
La industria alimentaria ha podido producir millones de casos de
diabetes, hipertensión, cáncer y hacernos ganar primeros lugares en obesidad y
en consumo de aguas azucaradas embotelladas en envases desechables, sin pagar por
estos daños a la salud y al medio ambiente.
La comisión de las Naciones Unidas del Medio Ambiente y las
cumbres del clima, así como la SEMARNAT, las comisiones del medio ambiente de
las legislaturas y el PVEM, han estado en manos de los grandes empresarios, con
el fin de evitar a toda costa que se eliminen los inmensos privilegios de los
que ellos gozan. Los super millonarios tienen de rodillas a los gobiernos
ligados a la hegemonía de Estados Unidos. Peor aún, desde hace décadas, las
escuelas, los medios y las nuevas infraestructuras han estado virtualmente al
servicio de la economía y por lo mismo, están en contra del clima, la ecología
y el equilibrio social. Son responsables de las grandes calamidades que hemos
empezado a sufrir en este siglo.
Las próximas catástrofes que está creando la industria
mundial y la economía, tanto virales, energéticas, hídricas, como climáticas,
serán de mayor envergadura que el SARS coV-2; podremos tener cuarentenas más
rigurosas, frecuentes y peligrosas; grandes penurias de agua, gas, gasolinas, electricidad
y otros alimentos; gran violencia intrafamiliar, escolar, laboral y urbana y
rebelión social. Podremos enfrentar guerras nunca vistas que involucren a
organizaciones criminales, paramilitares, para policiacas y militares. Ya
tenemos claras evidencias de estas tendencias en México y en el mundo.
La economía moderna tiene como sustento una ideología de
guerra de todos contra todos que induce diversas formas de guerra; funciona en
el mundo, por medio de una creciente destrucción de las bases de la vida en la
tierra. El crecimiento económico se consigue desde hace décadas, por medio de
guerras simultáneas en muchas dimensiones: virales, bacteriológicas, climáticas, químicas,
religiosas, identitarias, electrónicas, digitales, monetarias, policiacas,
militares, criminales, judiciales, legislativas, entre otras.
La economía, como la hemos entendido, tiene que cambiar
radicalmente. No podemos dejar que diariamente destruya la salud y la vida de
millones de personas y los equilibrios de la vida en la Tierra. No podemos
dejar que esta actividad desquiciada y devastadora arruine el futuro de la
humanidad. Las libertades de la economía son contrarias a las libertades de los
seres humanos. La economía deberá estar
sometida a los dictados de la Naturaleza, la supervivencia de las culturas y el
buen vivir que defina cada localidad, moderados desde luego, por acuerdos
mundiales de respeto al clima, los más vulnerables seres humanos (indígenas,
mujeres, campesinos, niños, trabajadores, minusválidos, empleados, ancianos).
Es urgente desmitificar la economía y denunciar sus
fundamentos ideológicos, como la productividad, la competitividad, el
crecimiento del Producto Interno Bruto, los tratados de libre comercio y los
conceptos que nos impone de escasez y abundancia o de riqueza y pobreza. Hay que poner a la economía al servicio del
ser humano.
por Miguel Valencia Mulkay
ECOMUNIDADES,Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
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