Lo que urgentemente le falta a Vallarta, es tan sólo un poco de sentido común, algo que es demasiado escaso y sobre todo ausente entre quienes nos gobiernan.
Pues sí... a mí me tocó vivir la transformación de aquél pueblito en lo que ahora es Puerto Vallarta. Sin embargo, existe mucho de mito y no poco mitote detrás de aquéllos que evocan un Puerto Vallarta de casitas blancas con tejas de barro entre callejuelas empedradas arrulladas por el canto de algunos burros rebuznones. En fin pues, a mi me tocó conocer algo de ésto allá por 1964 cuando Vallarta todavía no disponía de agua entubada ni de una electrificación las 24 horas del día aparte de esa lamentable condición de un poblado carente de sistema sanitario que dispusiera de los desperdicios fecales apropiadamente. Ah, pero éso sí... puede decirse en honor a la libertad poética que Vallarta era entonces un sitio ensoñador, claro, mientras que los pocos turistas que nos visitaban, no pusieran un grito en el cielo ya por esta molestia que por ésta otra. Y menciono esto, porque fue el propio turismo el que vino a modificar a Vallarta en el transcurso de los años. Porque Vallarta no fue un lugar al que se planificara para ser turístico, como otros, sino que el fenómeno turístico sucedió de la noche a la mañana en una especie de improvisación afortunada que nos hizo entrar de golpe, en un escaño al que yo desde siempre le he llamado Turismo Artesanal. Porque no estábamos preparados para ejercer la formalidad turística de otros lugares. De tal manera que el Hotel Rosita y el Océano aparte de un Posada Vallarta o un Playa de Oro, aparte de un Tropicana; eran hoteles cuyo planteamiento no contemplaba otra cosa que el de servir de paraderos nocturnos para la poca gente que nos visitaba. Pero llegaría el segundo aire turístico con la llegada de lo que yo llamo el Turismo Corporativo, con la construcción del primer hotel de clase, el Camino Real Puerto Vallarta. Cuando esto sucedía a fines de los 60, el llamado pueblito todavía seguía incólume aunque sus días ya estaba contados. Porque a finales de los 70 se daría una fiebre por aprovechar hasta el último espacio disponible del Centro para rentarlo. Casas antiguas cedieron espacios en un proceso de adaptación para locales, antiguas cocheras se convirtieron en más locales en renta, y... para mediados de los 80 comenzó la devastación de lo que mal pudiera llamársele edificios históricos. Y es que era bien fácil esquivar a las autoridades para modificar un inmueble: bastaba con destejarlo para que luego de tres temporadas de lluvia, las paredes de adobe cedieran al aflojamiento y la erosión. Y brotaron de la nada nuevos edificios que en nada conjugaban con la imagen original vallartense. El espacio por caro debía aprovecharse cuando la disponibilidad era un factor finito que, durante la década de los 90 obligaría a algunos desarrollistas a pensar en la probabilidad de crecer de manera vertical con proyectos que harían ver a Vallarta como una especie de nuevo Acapulco. Esta acapulquización derivó en el desarrollo de condominios verticales durante la primera década del siglo XXI, con las consecuencias letales que ahora sufre la industria turística vallartense, cuando el desarrollo lejos de favorecer a la hotelería, vino a fomentar a un sector inmobiliario decidido a vender de tiempo completo, desde apartamentos hasta pisos completos. Se dice que con la venta de cada nueva propiedad de tiempo completo, se le quita a la hotelería no menos de 57 oportunidades para alojar turismo. Ahora hablemos de cuántos condominios y apartamentos se han vendido desde el 2000 y hasta la fecha, y multipliquémos esta cifra por 57, y entenderemos el por qué la industria hotelera quedará deshecha en Puerto Vallarta: por la competencia inmobiliaria en todos sus niveles. Como vemos, hasta aquí la imagen del pueblito de ensueño no importa ni un pito a nadie y menos al turismo que nos visita, que de todo quiere saber menos de incomodidades. Me queda claro que existen grandes mitos, pero también enormes realidades. Y en el caso del turismo, se entiende que al turista hay que darle lo que pida, no lo que nos imaginemos que quiere. Y como somos muy pocos, pero muy escasos, los que nos animamos a preguntarles a nuestros visitantes, sobre qué creen que sería bueno hacer para mejorar la imagen turística de Vallarta, las respuestas les sorprenderían a quienes se aferran argumentando el mito del pueblito ensoñador. Los turistas primero desean SILENCIO Y SERENIDAD en el entorno turístico. Lo segundo que piden, es LIMPIEZA del entorno turístico. Y lo tercero, no lo van a creer ES UNA ACTITUD AMABLE DE PARTE DE LOS PRESTADORES DE SERVICIOS Y LA HOTELERÍA. Como Uds. verán, nada pues que ver con aquel pueblito de casitas blancas y tejas rojas entre callejuelas empedradas musicalizadas por borricos rebuznones. Queda decir para cerrar esta, que el turismo todavía parece no haber perdido su capacidad de asombro... y ésto queda manifiesto cuando, lo que más sorprende al visitante es LA CALAMIDAD DE UN TRANSPORTE PÚBLICO SUCIO Y RUIDOSO CONTAMINANDO ÁREAS PRESUMIBLEMENTE TURÍSTICAS. En fin, lo que le falta urgentemente a Vallarta, es tan sólo un poco de sentido común, algo que es demasiado escaso y cuando no ausente entre quienes nos gobiernan. R. plumadesalva@yahoo.com “¿Qué ciudad queremos?”. 1er Foro Público, hoy, viernes 25 de marzo 2011, de las 7 a las 9 pm. en Los Arcos del Malecón, Puerto Vallarta, Jalisco. ¿Puede recuperarse el Puerto Vallarta de Liz Taylor?, EDITORIAL de Vallarta OPINA, 25.03.11: http://www.vallartaopina.net/index.php?mod=sec&cat=loc&ele=10825 |